Por: Nellie Torres de Carella, patóloga del habla y lenguaje
Directora, Centro Tomatis de Puerto Rico en San Juan
Al ver por primera vez a Jaimito, llama la atención que a sus cuatro años siempre tiene un babero puesto sobre la camisa, aunque no esté comiendo en ese momento.
Su mamá explica que le pone un babero porque si no se le moja la camisa con su propia saliva y se puede enfermar. Aunque eso es una buena alternativa para evitar un resfriado, no le resuelve el problema. ¿Qué se puede hacer para ayudar a Jaimito? ¿Cuáles son las causas para la falta del control salivar?
La mayoría de los infantes presentan cierta falta de control salivar o babeo durante el proceso de dentición o durante un episodio de congestión nasal durante el cual tienen que respirar por la boca. Una vez que los dientes emergen o se va la congestión, retoman el control de su saliva sin ningún problema. Sin embargo, si la dificultad para controlar la saliva ocurre en niños de cuatro años o más, ya sea todo el tiempo o frecuentemente, se considera un problema.
Para los dos a tres años se espera que los dientes de leche hayan salido y el control consistente de la saliva esté desarrollado.
¿Qué puede causar el que un niño de cuatro años o más aún se babee?
Varias pueden ser las causales del problema:
- Tono oral bajo: el hipotono de los músculos orales, específicamente los de los labios y la mandíbula, puede causar ausencia o inconsistencia en el cierre labial o el mantener la boca abierta. Esto ocurre comúnmente en los niños con el Síndrome de Down, pero también puede observarse en niños con otros diagnósticos.
- Sensación oral baja: los niños que sienten poco en su boca, se llevan todo a la boca y todo lo muerden, tampoco sienten la saliva acumulándose en la boca, por lo cual no se la tragan y por ende se les sale de la boca.
- Apraxia del habla infantil: la dificultad con el planeo motor oral o la coordinación de la secuencia de los movimientos orales necesarios para tragar, en algunos niños con apraxia, puede causar una falta de control de la saliva.
¿Cómo se puede ayudar a estos niños?
Primero, necesitan ser evaluados para determinar la causa del problema y así poder ser efectivos en eliminar el mismo. La evaluación debe hacerla un patólogo del habla y lenguaje con experiencia en desórdenes oro motores, o dificultades en la parte motora o de los movimientos de la boca.
Este especialista determinará el nivel de severidad del babeo, dependiendo de si la saliva se queda en los labios o alrededor de estos, si llega a la barbilla, si baja y le llega a la ropa o si se sale de su cuerpo y llega hasta los objetos o juguetes, lo cual haría del problema uno significativamente más severo.
¿Se puede corregir un problema de babeo?
Depende de lo que lo cause, si es causado por un daño neurológico, el problema puede disminuirse, pero no necesariamente eliminarse.
Los niños con otros diagnósticos podrían superarlo dependiendo del tratamiento adecuado y temprano. Es menos complejo el normalizar una musculatura oral y sus funciones en un niño pequeño que en un adolescente o adulto; aunque no significa que sea imposible, podría tomar más tiempo, consistencia y determinación.
Utilizar modificación de conducta castigándolo para que se acuerde de tragar no va a solucionar el problema, ni es justo para el niño, porque su problema no es uno de conducta.
Decirle constantemente que cierre la boca y trague la saliva en nada le ayuda a superar su problema.
¿Qué otras dificultades están asociadas a un problema para controlar la saliva?
Generalmente se espera que un niño que presenta un problema para controlar la saliva también presente problemas del habla; obviamente ambas funciones, controlar el babeo y hablar, se hacen con el mismo sistema o mecanismo, la boca.
¿Qué le pasará a Jaimito si no recibe el tratamiento adecuado?
Jaimito ya no desarrollará el control de la saliva por sí solo según madure, lo cual acarreará infecciones e irritación en la cara causada por la misma saliva. Sin embargo, el rechazo social de sus pares es el precio más alto, el cual afectará su autoestima y, como consecuencia, toda su vida.