Por: Gina Delucca
Escritora Invitada
Pica que pica. Muele que muele. Algo tan cotidiano y común como hacer sofrito me hace ver con claridad algunas cosas de la vida. Cada vegetal, cada yerba y cada condimento me enseña una lección…
Pica que pica. Muele que muele. ¿Qué me enseña el perejil? Como el ajo, sabe picante cuando crudo, pero dulce cuando cocido. Pero hay más. El perejil es áspero. Sólo cuando se le da calor se pone blandito. Así son muchas personas. Hay que valorarlas y comprenderlas.
Pica que pica. Muele que muele. ¿Qué me enseñan la albahaca y el orégano? Todo tiene su lugar. Cada persona con su talento aporta en lo suyo. ¿Cómo serían unos fetuchinis al pesto sin albahaca o una pizza sin orégano? Pequeñas, pero asertivas, las especias dan un giro distinto a todo. Así es la gente talentosa y sabia. Con sólo salpicar su arte y su saber, dan el toque especial a la reunión.
Pica que pica. Muele que muele. ¿Qué me enseña la sal? Aunque aquí cuesta sólo unos centavos, la sal es un lujo en otros países. La sal puede hacer la diferencia en percepción de un plato bien cocinado; si está soso, no importa lo bueno que esté, no sabe bien. Algo así somos los cristianos, que se supone que seamos la sal de la humanidad. Tenemos que hacer la diferencia, darle sabor a la vida.
Pica que pica. Muele que muele. ¿Qué me enseña la miel? La miel es fabricada por abejas que hieren y acosan. Si no hicieran la miel—y los otros manjares del panal—las abejas serían los insectos más odiados. Eso me hace pensar que cada uno, no importa la coraza que presente, produce algún tipo de miel.
Además, la verdadera miel se hace entre muchos. La miel significa dulzura, pero también significa trabajo, labor, producto final. Si no trabajas, no hay miel…
Pica que pica. Muele que muele. ¿Qué me enseña el vinagre balsámico? Es oscuro, feo y fuerte. Pero tan sólo un poquito revoluciona cualquier plato o ensalada. Tomó trabajo, tiempo y esfuerzo hacerlo. Es que lo bueno toma trabajo, esfuerzo y tiempo.
Pica que pica. Muele que muele. ¿Qué me enseña el aceite de oliva? Me hace recordar cuando Samuel ungió al joven David para que fuera rey de Israel. Todo lo que fuera para servir a Dios se tenía que ungir. Yo le imparto bendición a mi sofrito con aceite de oliva. Pero esa bendición se proyecta hacia todo lo que toque ese sofrito, hacia toda nuestra comida.
Que la bendición de Dios esté sobre cada alimento estas próximas semanas y siempre. Que la santa unción de Su aceite nos haga agradecer de corazón todo lo que comemos y la abundancia que tenemos. Que el Señor nos dé sabiduría para la alimentación nuestra y de nuestra familia. Gracias, Papá, por el pavo, el arroz, las habichuelas… y el sofrito.
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