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La enfermedad de Parkinson (EP) es un trastorno crónico y progresivo de la motricidad, que comprende la falla y muerte de las células nerviosas vitales del cerebro, llamadas neuronas. Algunas de estas neuronas producen dopamina, un químico que envía mensajes a la parte del cerebro que controla la motricidad y la coordinación. Conforme avanza el Parkinson, la cantidad de dopamina que produce el cerebro se reduce, haciendo que la persona sea incapaz de controlar sus movimientos con normalidad.
Los cuatro síntomas motores clave de la enfermedad de Parkinson son temblores de manos, brazos, piernas o mandíbula; rigidez muscular o de las extremidades y el tronco; lentitud motriz (bradiquinesia); e inestabilidad postural (equilibrio y coordinación disminuidos). Otros síntomas comunes pueden incluir dolor, fatiga, trastornos del sueño, depresión, estreñimiento, cambios cognitivos, miedo o ansiedad y problemas urinarios. Todos estos síntomas varían de una persona a otra.
Según la Fundación de Parkinson, se estima que en los Estados Unidos alrededor de un millón de personas viven con la enfermedad de Parkinson, con aproximadamente 90,000 nuevos casos diagnosticados cada año. En cuanto a Puerto Rico, aunque no existen cifras exactas, se estima que alrededor de 10,000 personas podrían estar afectadas por la enfermedad, según datos de la Asociación de Parkinson de Puerto Rico.
La incidencia del Parkinson aumenta con la edad. La edad promedio para su aparición es de 60 años, pero alrededor de un 10% de las personas son diagnosticadas antes de los 50. Los hombres tienen ligeramente más probabilidades de padecer Parkinson que las mujeres.
Como sucede con muchos trastornos neurológicos, se desconoce la causa de la enfermedad de Parkinson. Sin embargo, los científicos e investigadores realizan estudios para descubrir las posibles causas, incluyendo factores genéticos y ambientales.
Si bien la gran mayoría de los casos de Parkinson no son directamente hereditarios, los investigadores han descubierto diversos genes que pueden provocar la enfermedad en las familias. En estudios de gran tamaño, los investigadores han descubierto que quienes tienen un familiar de primer grado afectado, como padres o hermanos, tienen de cuatro a nueve por ciento más probabilidades de padecer Parkinson que el resto de la población.
La enfermedad deberá diagnosticarla un neurólogo con experiencia y capacitación para evaluar y tratar el mal de Parkinson, idealmente un especialista en trastornos del movimiento. Los médicos se basan en un examen neurológico y en las descripciones individuales de los síntomas para determinar si la persona padece la enfermedad.
Aunque no se pueden prevenir todos los casos de Parkinson, ciertos hábitos saludables pueden ayudar a reducir el riesgo de desarrollar la enfermedad. Mantener una dieta equilibrada, hacer ejercicio regularmente, evitar la exposición a toxinas ambientales y mantener un peso saludable son medidas que pueden contribuir a la salud cerebral y reducir el riesgo de Parkinson.
Asimismo, a pesar de que actualmente no tiene una cura, existen tratamientos disponibles para ayudar a controlar los síntomas y mejorar la calidad de vida de los pacientes, como medicamentos y la cirugía para controlar los síntomas. El ejercicio también es un elemento vital en el control de los síntomas.
Fuente: Fundación de Parkinson