Por Duverney Galindo Pérez
No importa lo que hagamos, el Señor no dejará de amarnos.
Romanos 8.31-39
Dios es amor. Es propio de su naturaleza cuidar de su creación. Esto significa que no importa lo que hagamos, el Señor no dejará de amarnos. Después de leer esta frase, muchas personas pensarán en una docena de razones por las que ellas son una excepción. Así que, permítame aclararle que Dios nos ama a cada uno, y lo único que nos impide experimentar ese amor es nuestra renuencia para aceptarlo.
La verdad es que ninguno de nosotros merece el amor del Señor, pero Él lo da con abundancia de todos modos. Algunas personas creen cada palabra de la Biblia, pero aun así no se sienten amadas porque se consideran indignas. Su duda actúa como una represa, impidiendo que en sus corazones fluya la conciencia del cuidado de Dios, y la barrera se mantendrá mientras la persona crea que el amor divino debe ganarse.
En Romanos 8.31 se nos da la buena noticia de que “Dios es por nosotros”, y la cruz demuestra que el Señor Jesús murió para purificarnos y para que pudiéramos relacionarnos con el Padre. El sacrificio expiatorio del Salvador es una evidencia del amor de Dios, pero hay muchas otras expresiones del mismo, como un propósito y un plan para la vida de cada uno de sus hijos. A través de su control soberano, Él obra en cada situación, ya sea buena o mala, para nuestro bien.